La ofensiva imagen del Che

Víctor L. Rodríguez

Los militares suelen ser lacónicos. No hablan mucho y dicen poco. El modelo de laconismo viene de un militar que a decir del biógrafo e historiador Suetonio era "el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres". Fue Julio César y no el Che Guevara el que dijo de forma breve y extensa: "Vine, vi y vencí". Esta frase, lacónica, fue parodiada por la bailadora de son y bebedora de colmadones Hilary Clinton, para mostrar su satisfacción con la muerte Gadafi. En el cruce del Rubicón fue César el que dijo: "La suerte estaba echada". Violando una ley que obligaba a los generales romanos desarmar sus ejércitos, antes de entrar a Roma, se iniciaba la destrucción de la Republica Romana, para ingresar en una etapa de grandeza unipersonal que terminó dando figuras como Nerón y Calígula con un poder absoluto.

En buen dominicano la frase que con frecuencia se usa para significar echarse a la suerte se dice: "pato o gallareta". Los pueblos también tienen formas breves de decir las cosas. Los militares cuando quieren hacer historia y hablar más de la cuenta se vuelven torpes. Los guardias, aun cuando son poetas, no tienen muy desarrollado el sentido de las metáforas, las connotaciones y las denotaciones. En la vida castrense las palabras tienen una significación univoca, porque las ordenes no son para hacer ensayos de interpretaciones.  

Dada una orden, un militar puede salir en defensa de algo que no se infiere si es su honor o su madre. Nada se  puede derivar cuando las frases se reducen a un lacónico: “Esa imagen es ofensiva para mí” o cuando las nociones de historia concluyen en la frase: “ese señor fue un rebelde”. Pero el universo se reduce al estado prebigbang cuando el oficial dice que tendría problema con sus superiores si deja entrar a un periodista con una gorra con la imagen del Che Guevara.  

Los superiores de ese militar deben andar ofendidos por todo el mundo al ver una de las imágenes más difundida en el planeta tierra. La imagen del Che se difunde y se ve en el mundo más que la imagen de los Beatles o Michael Jackson y para la desdicha de muchos hombres como yo, más que el icono de Marilyn Monroe.
Cuando el  capitalismo asume un personaje como el Che para exhibirlo lo vacía de contenido, lo deja exangüe como una simple imagen carente de sentido revolucionario, que sólo sirve como mercancía. Si el Che estuviera vivo, y todavía fuera revolucionario, viviera rompiendo cada trapo que tuviera su imagen. Se sentaría llorando al ver en cada camiseta los destrozos de su revolución. El Che de tal forma herido por la noción de mercado y la mercancía de su imagen quedaría agradecido de que un oficial que obedece ordenes sea todavía tan tozudo que pueda verlo a él como un rebelde aun con vida y que entre sus enemigos nada de eso haya muerto.

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