Entre Locos y Cuerdos



Víctor L. Rodríguez

Yo viví un tiempo cuando no leer era un estigma y hasta los locos tenían el requisito de tener intelectuales entre ellos. Había algunos que hasta asumían la función de catedráticos universitarios, como Matos Méndez. Éste enseñó a todos los universitarios que no se dice: "comedor", porque comedor es el que come, y que se debe decir "comedero". También ilustró que no se debe decir: "media cansada", por que las medias se ponen en los pies. Se debe decir "medio cansada". Los números, según Matos Mendez , después del diez deben seguir dieciuno, diecidos, diecitres, diecicuatro... Esto fue lo único que muchos aprendieron en la Universidad.

Había otro loco teórico de la bipolaridad ideológica, que así como el Presidente Fernández le atribuyó a Cantinflas ser un visionario extemporáneo de la globalización, a este se le puede atribuir la noción contemporánea de que en el mundo al final todo es igual. Desde la escalera de la facultad de ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), primada de América, decía que en este mundo mundial la USSR y USA eran lo mismo, que eran un mismo país, y que eso se podía establecer porque usaban la misma sigla y que US quería decir, en ambos casos, Unión Socialista. Al final este loco ha tenido más razón que todos los teóricos de la premodernidad.

El loco epítome de la intelectualidad de pose era el Dr. Anamú. Este siempre andaba con un traje de saco y corbata y con varios libros debajo del brazo. Era el modelo de los que andaban a pie con la inefable necesidad de cargar uno o dos libros debajo del sobaco derecho, porque en cada grupo la necesidad de teorizar era ineludible y esto era intimidante cuando el libro era raro. Yo y otros, donde puedo incluir al Presidente Fernández, cuando era indocumentado y quizás feliz, andábamos por el Conde con libros debajo del brazo, como grasa para el FAL ideológico, metáfora creada por un negro de Ingenio llamado Maximiliano Gómez.

La calle el Conde era un liceo aristotélico donde los peripatéticos como Andrés L. Mateo iban de un punto a otro punto refutando las teorías de Zenón de Elea sobre la inexistencia racional de movimiento y el problema ontológico de si el ser podía ser o no ser al mismo tiempo. Lo que era una herejía cuando la unanimidad establecía que la dialéctica marxista había consagrado a Heráclito como el único filosofo griego útil, y que todas las teorías de Parménides eran el origen metafísico de la negación de la negación del materialismo dialectico. Luego concluíamos en la librería la Trinitaria.

En todo el trayecto del Conde uno se encontraba con el filosofo Lasosé que con más honradez que Diógenes, y con un auditorio de cuerdos que eran más locos que él. Éste explicaba su tesis sobre la técnica como leitmotiv filosófico. Algunos dicen ahora que esta teoría es de Heidegger, pero yo tengo grabado desde mis años de joven que era la teoría de José Lasosé. Cuando llegó del extranjero. La habíamos escuchados como doctrina impecable que nadie entendió en su primera y única conferencia magistral, de letreros y anuncios, en la Biblioteca Nacional.

Muchos de los teóricos de entonces  cuando venían del extranjero llegaban de París, pero como vuelta da el mundo muchos, incluyendo los poetas y revolucionarios antiimperialistas, que es mucho decir,  terminaron todos en New York. Todos dicen que viven en otras ciudades de los Estados Unidos, pero nadie se lo cree.  Pero antes de eso los poetas andaban por el Conde y uno los podía ver como se refutaban entre si. Toni Raful dijo la herejía juvenil de que los campesinos si tenían tierra, en abierta rebelión en contra del poeta Mir. Dijo: “tienen siete pies donde no da el sol”. Creo yo que eso fue. En esos tiempos había gente capaces de ver en la televisión un programa llamado "Peña de Tres".

Mis últimos recuerdos de esa época es de un día que en la Biblioteca Nacional, después de leer los poemas de Neruda, en sus obras completas, pedí “El Ser y la Nada”. Obra de un francés llamado Sartre, del cual hablaban como si hubiesen vivido con él en su casa. Abrí el libro al mismo tiempo que lo cerré y no pude confesar que yo nunca lo entendí.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Norma General 07-14 de la DGII y el papel del contribuyente en la determinación de la obligación tributaria