Leo un Libro Barato de Brecht
Víctor L. Rodríguez
Leo un viejo libro de Bertolt
Brecht que me costó tres pesos con veinticinco centavos. En el presente los
centavos no existen. Sólo aparecen como piezas antiguas de una moneda ilusoria
que sale en las tiras de los Supermercados sin que uno la pueda ver. Hoy las
fracciones se establecen en pesos y la unidad que era un peso ahora son cien.
Eso es el fruto del empobrecimiento que hemos sufrido con transcurrir de estos
años. Pero hubo libros baratos y libros muy buenos, y cuando entre mis
libros encuentro uno es como un pedazo
de pasado que lo dice todo.
En un libro viejo se condensan todas
las historias y los recuerdos buenos. Se incluyen amigos vivos y amigos muertos.
Seres que también amaban los libros como se aman las cosas llenas de vida
propia. La muerte de algunos amigos no es física ni es súbita, mueren con
dejarlos de ver y la amistad acaba por inanición. Nadie la alimenta ni la
quiere alimentar pues hay amigos que mueren inevitablemente porque al final son otros, que uno no conoce ni quiere conocer. Son fantasmas que se miran en las fotos en lo que es pretérito olvidado, donde no se sabe el sitio y tampoco el lugar. No se quieren encontrar porque eso lo
cambiará todo, incluyendo el pasado en su lado bueno, que sería distinto.
El valor de una buena biblioteca
a los ojos de la gente que quieren los libros, y que yo conozco, viene dado por
los libros viejos. No basta con tener libros, en algún lugar debe de estar el génesis
de todos los libros nuestros. Si bien muchos libros se han perdido debe quedar
el gen de lecturas pasadas y algún libro cuyo precio delate que no es del
presente. Un libro que todo lo que diga haya sido superado, con textos
descartados por todo el esnob de los libros nuevos. Un libro que debe ser considerado
arcaico, antiguo o demasiado viejo. Con ideas que uno sostiene y mantiene con recia
terquedad y que todos los actualizados consideran conceptos caducados.
El libro que leo, que dije es un
libro de Brecht, no creo haberlo comprado. Me quedó como botín con el inicio de
una vieja enemistad, creo que así quedó en mi poder. No considero que el dueño lo necesite, o que
del mismo se acuerde, pues tiene tanto dinero y es tan adelantado en estos
tiempos que poco de Brecht debe recordar. Si lo hace, únicamente lo recuerda como parte
del tiempo pasado. Ya superados. Donde estuve yo y también el libro, colocados
en ese tiempo, para él somos dos muertos. Pero creo que el libro que leo no es
su libro y esta digresión fue para hablar de mi libro. Si el suyo es de Brecht debe
ser otro. El libro que tengo es uno de mis libros, no tiene firma o nada que identifique
de quien es la pertenencia, pero estando entre mis libros la posesión me da el
derecho tenerlo como un botín de guerra quitado al enemigo, que siendo tan lato el tiempo que ha pasado de la lid que quebró los lazos fraternos es de mi propiedad.
Ahora este libro Brecht es un
libro caro. Si el costo de las cosas viene dado por lo que uno deja de comprar
para tenerlas, este libro me costó mucho dinero. Un yaniqueque relleno con queso y salami y
una película de Bergman o quizás de Fellini con un par de refrescos y palomitas
de maíz en los mejores cines. Duro era el sacrificio para leer a Brecht y saber
de él, espero lo haga usted también.
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