Como se determina quién paga los impuestos.

Víctor L. Rodríguez

En la determinación de la imposición hay principios básicos, y uno de ellos es que no hay imposición sin representación: "No taxation without representation!". Cada ciudadano que vota en unas elecciones congresuales, gane o no gane su candidato, está participando en la elección de su representante, y una vez elegido uno, éste representa a toda la comunidad. No sólo representa a los creadores de empleo o a los sectores productivos, también representa a los empleados y aquellos que no tienen posibilidades de tener un empleo, inclusive, a los que no votaron.

El orden social en una democracia supone no sólo el consenso con las clases opulentas, sino también con las necesidades del ciudadano común, del que camina por las calles cogiendo carros públicos para ir a su trabajo, del que tiene un pequeño negocio o siembra una tarea de tierra, y se supone, que cada ciudadano participa en las discusiones a través de su representante electo. Pero el que ha visto las formas en que se determina la estructura de un sistema tributario no tiene mucho espacio para hacerse ilusiones. En esto no somos originales, mucho se ha escrito sobre la formación de la voluntad política y el misterio con que ésta se conforma.

Las decisiones de los parlamentos, según el alemán Gunter Schmölders, no sólo viene configurada por los partidos políticos, sino también por la influencia que ejercen sobre el diputado diferentes sectores incluyendo a su propia familia y la clase social a la que pertenece, su religión, e inclusive su generación. El proceso de formación de la voluntad política en una sociedad democrática, según el mismo autor citado, pasa por una serie de filtros diferenciadores donde además de los partidos intervienen los grupos de intereses y los medios de dirección de la opinión pública.

La intervención de los grupos de intereses está marcada por lo que Louis Eisenstein concluye como evidente, a través de la cita de un eminente abogado y  un notable economista. James C. Carter un célebre abogado que presidió la American Bar Asocciation declaró: “En toda comunidad quienes soportan las cargas de la imposición son propensos, como es natural, a sacudirse de su malestar fiscal.  Una clase lucha por eludir las cargas que pesan sobre sus espaldas. Si tiene éxito, dichas cargas acabarán incidiendo, naturalmente, sobre otros. A su vez, estos tratarán de desembarazarse de ellas y, finalmente, el peso recae sobre quienes no intentan o no pueden realizar un fructífero esfuerzo para disminuir su carga”. Carter añadió: “el conflicto es un asunto unilateral, en el cual solamente intervienen los ricos, y en el que los pobres siempre llevan la de perder”.  

Estos aspectos del proceso de la conformación de la voluntad política, en el caso de la imposición, explican porque se asume un impuesto como el que gravaría los retiros de efectivo de las cuentas bancarias (Tax on cash withdrawal), y que alguien lo busque en Pakistan, que parece ser el único país donde existe, para desembarazase de sus posibles cargas fiscales, y que todo concluya con su pretensión satisfecha y explicada con la conocida argumentación de la ideología de las barreras y frenos y las reconocida necesidades de ingresos del gobierno, sin considerar otros aspectos y a los demás ciudadanos.

T. S. Adams, el notable economista citado por Louis Esenstein, después de su experiencia en Washington como oficial del Tesoro que participaba en la formulación de la política tributaria dijo: “la imposición moderna o la elaboración de las leyes tributarias en su aspecto más característico es una contienda de grupos en la que fuertes intereses tratan vigorosamente de liberarse de las cargas fiscales actuales o futuras. Se trata, ante todo, de un juego difícil en el que, aquel que confía enteramente en la economía, la razón y la justicia, se retirará, al final derrotado y desilusionado”.

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