Características de los regímenes fascistas distintas a las de Umberto Eco
Víctor L. Rodríguez
De acuerdo con Umberto
Eco el régimen nazi tenía un programa político que estaba escrito en el libro
“Mi Lucha”, de Adolfo Hitler. El régimen nazi tenía una teoría sobre el
racismo, el arianismo, una noción precisa del arte moderno como arte degenerado
y una filosofía de la voluntad potencia que es un concepto relevante en los
supuestos filosóficos de Friedrich Nietzsche. Todo eso conformaba una
ideología, según Eco. En el caso de José Stalin y el régimen soviético la
ideología era materialista y atea, derivada de la concepción soviética del
marxismo.
“Si por totalitarismo se entiende un régimen
que subordina todos los actos individuales al Estado y su ideología, entonces
el nazismo y estalinismo eran regímenes totalitarios.”, señalaba Eco. Partiendo
de este postulado de su elaboración concluyó con la idea de que el régimen
fascista italiano era sin duda una dictadura,
pero no era totalitario.
Eco argumenta. No era
cabalmente totalitario por su tibieza, por su debilidad filosófica y su
ideología. A diferencia de Hitler y Stalin, Benito Mussolini no tenía una
filosofía, sólo tenía una retórica. El filósofo italiano empieza así a señalar
las inconsecuencias de Mussolini para considerarlo como titular de una
ideología y de una filosofía coherente. El Duce se inicia como ateo y negocia
con la iglesia un concordato, creó toda una liturgia militar creando un estilo
de vestir y convenció a muchos liberales de que el régimen estaba llevando a
cabo reformas sociales capaces de ofrecer una alternativa al comunismo. El
fascismo era un totalitarismo difuminado no era una ideología monolítica, sino
un collage de ideas políticas y filosóficas
Usando la noción de
juego de Wittgenstein, Umberto Eco habla del fascismo como una noción
semejante, como un juego de rompecabezas con piezas intercambiables en el que
quintando piezas y colocando otras se puede reconocer un régimen fascista a
pesar de las distintas configuraciones que se puedan hacer con las piezas. Las
piezas son sólo determinadas características que hacen reconocible un régimen
fascista, independientemente de que se cambie una u otra pieza. Las
características del fascismo se encuentran en un libro titulado “Cinco escritos
Morales”, de Umberto Eco, específicamente en el escrito: “El fascismo Eterno”.
Tal ensayo no ha
generado el debate que merece, quizás porque Umberto Eco hablaba desde una
disciplina a la cual se le pedía poco rigor en cuanto a la realidad de los
conceptos históricos. Rigor como el que se le pidió al historiador español Luis
Suarez, cuando en su entrada del Diccionario Biográfico Español se le ocurrió
decir que Francisco Franco no fue un dictador, que “montó un régimen
autoritario, pero no totalitario”.
Desde las
características del régimen fascista, según Eco, mi amigo Eduardo Jorge Prats,
deriva conclusiones, no para establecer la existencia de un régimen de este
tipo, sino para identificar personas como fascistas. Yo extraigo conclusiones
más tenebrosas, cuando observo características del totalitarismo diferentes a
las de Umberto Eco, pero que no están referidas a un tipo de persona en
particular, sino al conjunto social.
Estas características no son propias para reconocer personas como
fascistas, pero si regímenes.
De acuerdo con Eduard
R. Tannenbaum la palabra Fascismo no representa ningún problema cuando se
escribe con «F» mayúscula, refiriendo al régimen fascista italiano. Los
problemas vienen cuando se escribe con
«f» minúscula. Dice que como epíteto de oprobio la palabra fascista sólo queda
detrás de la palabra comunista. Habla de la realidad de los Estados Unidos de
América en los años 70. Liberales e izquierdistas suelen acusarse de fascistas.
Con esta palabra se pretende despojar a los enemigos de su dignidad humana y es
útil como puede servir la palabra cerdo. Fascista también es una palabra que de
forma precipitada se puede asignar a diferentes regímenes y movimientos.
Tannenbaum considera
que parte del problema es la incapacidad para distinguir el fascismos como
movimiento para llegar al poder en unas condiciones determinadas y fascismo
como sistema de gobierno. Uno de los grandes problemas, dice, es establecer la
diferencia entre ideología y práctica. Cuando buscaban el poder Mussolini y
Hitler predicaban que luchaban en contra de lo instituido, pero hacían
compromisos con todas las fuerzas conservadoras que estaban en el ejército, la
iglesia, la burocracia y parte de la alta burguesía. El totalitarismo tiene
características más preocupantes que las definidas por Umberto Eco.
El fascismo se ha
caracterizado en la práctica porque tiene el totalitarismo como un fin, según
Hannah Arendt, el fascismo italiano fue totalitario a partir de 1938, desde ese
año asume la persecución de los judíos, y aunque en el inicio tomaron el poder
por medio de las elecciones o por vías legales y legitimadas terminaron
destruyendo las instituciones para conformarlas a su imagen y semejanza y
liquidando y arruinando a los partidos de la oposición, lo que se destaca,
porque en última instancia niegan el liberalismo, el marxismo y al conservadurismo,
sin embargo terminan negociando con los conservadores.
Todo se conquista a
través de cualquier medio, a principio del siglo pasado era por medio de la
violencia, hoy se hace con el control de las instituciones y el uso de los
recursos públicos. Hitler eliminó cualquier tipo de oposición y coordinó todas
las instituciones con excepción del ejército y la iglesia. Luego se hizo con el
primero a través de la subordinación de las tropas de asalto de partido nazi y
dándole preponderancia al ejército sobre estas.
Totalitarismo fue un
concepto utilizado por primera vez por Mussolini, también fue usado en contra
de él. El terminó se aplica, según Karl Dietrich Bracher, a los sistemas
dictatoriales radicales del periodo de entre guerra: el fascismo italiano, el
nacionalsocialismo alemán y el estalinismo de la Unión Soviética. Pero los
regímenes proclives al totalitarismo, según ese autor, se presentan a sí mismo
como una manifestación superior de la soberanía popular. El totalitarismo se
legitima en las aclamaciones plebiscitarias derivadas de la manipulación del
reconocimiento al ejercicio del poder por parte de un líder partido
monopolizador que afirma que representa la voluntad general del Estado y de la
sociedad.
Un aspecto fundamental
del totalitarismo es la pretensión de liderazgo exclusivo por parte de un
partido o una ideología, en una situación donde los rivales son excluidos y se
objetan las peticiones básicas de libertad y de los derechos. A pesar de la falsa
legitimidad democrática, el totalitarismo contradice el credo democrático pues
lo socava a través de la manipulación. El monopolio total de la élite dominante
y del líder en el poder y control del Estado y la sociedad, considerado
falsamente democrático, se convierte así en una religión política y de algún
modo se exige veneración glorificadora por parte de las masas, que son
adoctrinadas y movilizadas para tal fin, y conducidas en grandes desfiles y
espectáculos públicos rigurosamente convertidos en ritos y teatralmente
organizado en fiesta bacanales de adulación masiva.
El totalitarismo
requiere el consenso, manipulado hasta alcanzar una sumisión exaltada. El dogma
del totalitarismo es el consenso total formulado por un líder que siempre tiene
la razón.
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