Ahora no hay de donde agarrarse
Víctor L. Rodríguez
Alguien me dijo que Carlos
Marx tenía mucho aprecio por los hombres que dudaban, no a aquellos que tenían todo
bajo sospecha, sino de los que tenían la duda como método. Marx estimaba los
hombres que utilizaban como instrumento para examinar la realidad la duda
cartesiana, la duda metódica.
Pero muchos años
después de Santo Tomás, antes de las defunciones de las ideologías, hubo
momentos en los cuales era difícil dudar. Con certeza se esperaba la decadencia y fin del
imperialismo yanqui, y la muerte del
capitalismo con su consecuente sustitución por una sociedad igualitaria, donde
a cada quién se le daba según sus necesidades. A cualquier disidente se le confinaba
a un cepo hasta que pudiera comprender que el socialismo era el mejor de los
sistemas. Todas estas esperanzas colapsaron con la caída de la Unión Soviética,
pero en las ideologías no hay muerte súbita, con la caída de la Unión Soviética
había un poco de esperanza en el modelo
chino de comunismo vergonzante.
China había perdido su
estado de socialismo puro, pero de algo había que agarrarse. Bajo el
pensamiento luminoso del camarada Deng Xiaoping, China creó un modelo de
capitalismo y comunismo. El modelo del Partido Comunista Chino se ha caracterizado
por tener el mejor de los dos mundos posibles: “un país, dos sistemas”. En política: el control y la represión del
partido comunista y en economía: el capitalismo salvaje.
Pero siempre las cosas son
mejores en su estado puro y los ideólogos sustituyeron el modelo socialista
chino por el modelo albanés, lo que en pura cantinflada empezó a considerarse
el socialismo “verdaderamente verdadero”. Albania fue la nueva meca de los
comunistas y los que se cobijaron en el pensamiento luminoso del camarada Enver Hoxha. Con
la muerte de Hoxha el socialismo albanés también empezó hacer agua. Las
instituciones hasta cambiaron de nombres y el último bastión del socialismo de
verdad dejo de serlo.
Declarada la muerte de la ideología atea y disociadora del comunismo, todas
las miradas y todos los caminos nos llevaron al fundamentalismo de mercado y
como el Manifiesto del Partido Comunista y el
Libro Rojo de las Citas del Camarada Mao, la ideología del integrismo de
mercado quedaron consagrada en el Manifiesto o Consenso de Washington.
El Manifiesto de
Washington, fruto del pensamiento refulgente de John Williamson, habla de disciplina fiscal o
presupuestaria, que significa presupuestos equilibrados. Tambien significa que los gobiernos no gasten por encima
de sus ingresos tributarios; cambiar las
prioridades en el gasto público; que los gobiernos deben gastar preferiblemente en
salud o educación; reformas tributarias para establecer impuestos de amplia
base y bajas tasas, particularmente para disminuir los impuestos de los ricos;
liberalización del comercio con cero proteccionismo, liberalización de todos
los precios, de la tasa de interés y la adopción de un tipo de cambio
competitivo, significando esto último devaluar la moneda para poder exportar;
abrirse a la inversión extranjera directa, privatizar; la desregulación de los
mercados, particularmente el financiero, y protección de los derechos de
propiedad.
Todas las ideologías necesitan un país modelo y después de varios fracasos
en el tercer mundo de las políticas del Consenso de Washington se tomo un país
lejanísimo, con menos de 300, 000 habitantes y sin analfabetas, y donde la
noche dura nueve meses. Islandia se convirtió en la meca del paradigma de la
economía del consenso con una tasa de desempleo del 3%, el sexto país del mundo
en ingresos per cápita, privatización de los bancos y desregulación de los
mercados financieros y un crecimiento de 5% y 6%. Islandia fue considerada la
economía europea más competitiva y todo el mundo hablaba del modelo nórdico y
de otro tigre europeo.
Pero Islandia cayó al borde de la quiebra, su destino económico es incierto, los bancos han
quebrado y la moneda ha colapsado. La crisis económica global ha hecho que los modelos seguros y llenos de incertidumbre se quiebren y que los paradigmas ideológicos sirvan de poco. Ahora no hay credo económico de donde agarrarse.
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