Ropa de la Alfombra Roja

Víctor L. Rodríguez

La banal y frívola exhibición de mujeres con ropas carentes de utilidad práctica y cuyo único fin es la exposición de las simetrías somáticas son ritos de la opulencia de nuestras sociedades. En el vocabulario platónico lo que hoy se llama simetría se llamaba belleza, según más o menos dice Ortega y Gasset, en su “Estudios sobre el Amor”. De acuerdo con esto, la belleza es el nombre concreto de lo que definimos como perfección y lo que produce en nosotros, los hombres, el sentimiento erótico: el amor sexual.

Siguiendo al mismo autor de marras, con nuestros matices, nalgas y tetas se pueden ver amarradas en telas, con ajuste de momias egipcias, que junto con los rostros pintados estimulan la generosa y fértil imaginación sexual del hombre próspero.  Esta imaginación, según el mismo Ortega, y en lo que se equivoca, en la mujer es menos. Pero todo  es parte de un juego de vanidades donde hombres y mujeres se descargan simulacros, para ser objeto de elección hasta concluir de dos en dos en los infiernos de las tristezas.

Primitivamente el amor entraba por el olfato y se amaba al encontrar  atracción en el olor emanado de las glándulas de secreción de flujos de seducción, sin poca intervención de los atuendos porque andábamos desnudos. El amor de hoy entra por la vista y por los olores artificiales que encontramos en los mercados. Hoy compramos amor, y como este se expresa en atención compramos ésta como un bien escaso. Por eso es toda esa pasión exhibitoria de las alfombras rojas y las pasarelas, y las ostentaciones de mujeres que no dan un golpe.

Las hembras se exhiben como también se venden con el tupe de poner objeciones a los mercados buhoneras sexuales que de algún modo se exponen en el mundo de la Feria de la Confraternidad etc. etc. De acuerdo con los parámetros de los mercados de los vestuarios puestos en las alfombras rojas a consignación y cuya comisión se obtiene con el mero acto de exhibirlo, estos son mercancías, bienes de consumo conspicuo, y nada tienen que ver con la Sarasota o cualquier mercadito.

No fue Ortega, sino Thorstein Veblen, quien presentó la función social acreditada a la mujer en el dominio del macho opulento, que eran: Hacer la función de prenda de trofeo de los poderes masculinos, dirigir el hogar en varias formas de consumo conspicuo y dar prueba de ocio vicario para mantener en alto el buen nombre de su marido. Pero en esto las mejores notas de Veblen son para el vestido. Según Veblen, y cito:

“El vestido de las mujeres llega más lejos aún que de los hombres, en lo que se refiere a demostrar que quién lo usa se abstiene de toda tarea productiva…”.
Sigue Veblen diciendo lo siguiente:
"La razón principal de nuestro aferramiento a la falda es precisamente esta: es cara y dificulta a su usuaria incapacitándola para todo trabajo útil…”
Y hablando sobre el corsé dice:
“En teoría económica, el corsé es sustancialmente una mutilación, provocada con el propósito de rebajar la vitalidad de su usuaria y hacerla incapaz para el trabajo de modo permanente e indudable. Es cierto que el corsé perjudica los atractivos personales de su portadora, pero la perdida que sufre por ese lado se compensa con creces con lo que se gana en reputación, ganancias derivada de su costo e invalidez visiblemente aumentados”


De acuerdo con Veblen la moda viene del hecho cierto de que los vestidos duran demasiado para los requerimientos de un consumo conspicuo. Decía que: “El proceso de producir nausea estética requiere más o menos tiempo: el lapso requerido en cada caso dado es inversamente proporcional al grado de odiosidad intrínseca del estilo de que se trate”.

Los tiempos han cambiados y el corsé es historia patria, como se dice aquí de las cosas olvidadas, donde sin duda se encuentra la patria. Cada época tiene sus encantos. Hoy se puede morir la mujer en un gimnasio con lo coartada de la salud, ser victima de los carniceros y los cirujanos, tener sostenes con varillas de pie de amigos y balcones de concreto armado para hacerlos ver los senos como globos cerca de una explosión y para no respirar las fajas. Todo por ser bella. Los vestidos exhibidos no sirven para caminar, quizás para limpiar el piso pero tal como dice Veblen, son para demostrar que la usuaria es una inútil y su vestido también y como tales se exhiben porque se pueden vender.     

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