Días tirados al zafacón
Hay días tan iguales que abrevian
el año, es un sólo día que se repite, como si esos días no hubieran existido de
uno en uno, sino en uno sólo. Son los días de lo cotidiano, de las rutinas,
días sin hazañas, sin hechos singulares, en el que se repiten las mismas
conversaciones sin descubrir un nuevo sonido, un nuevo tono. Los días que en retrospectiva
parecen mal gastados como si todo fuera en vano. Días de sopor destructivo
donde nada se pregunta y nada se contesta, de efemérides vacuas, sin muertes
heroicas y sin resurrecciones. Hablo de aquellos días de indiferencia
aterradora, los de una quietud que quiebra la paz haciéndola inútil y donde las
guerras se hacen sin motivo alguno o con la única razón de saber que uno existe
sin el concierto de los otros. Un sólo día que puede durar un mes o ser vivido
en un año en el que los libros se abren al mismo tiempo que se cierran y ningún
personaje se entra en el alma. Son esos días que uno no sabe que los vive
porque no tienen pecados, días tirados al zafacón en el ciclo predecible de la
rotación de la tierra.
Bravo.
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