Días tirados al zafacón


 
Víctor L. Rodriguez

Hay días tan iguales que abrevian el año, es un sólo día que se repite, como si esos días no hubieran existido de uno en uno, sino en uno sólo. Son los días de lo cotidiano, de las rutinas, días sin hazañas, sin hechos singulares, en el que se repiten las mismas conversaciones sin descubrir un nuevo sonido, un nuevo tono. Los días que en retrospectiva parecen mal gastados como si todo fuera en vano. Días de sopor destructivo donde nada se pregunta y nada se contesta, de efemérides vacuas, sin muertes heroicas y sin resurrecciones. Hablo de aquellos días de indiferencia aterradora, los de una quietud que quiebra la paz haciéndola inútil y donde las guerras se hacen sin motivo alguno o con la única razón de saber que uno existe sin el concierto de los otros. Un sólo día que puede durar un mes o ser vivido en un año en el que los libros se abren al mismo tiempo que se cierran y ningún personaje se entra en el alma. Son esos días que uno no sabe que los vive porque no tienen pecados, días tirados al zafacón en el ciclo predecible de la rotación de la tierra.

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